Me hice leer las cartas, 

Me hice baños de hierbas, cambié los muebles de lugar en mi casa, compré piedras, amuletos, cambié la tierra de mis plantas, conocí nuevas personas, y… nada en mi vida cambiaba. Una amiga me visitó, se quedó a vivir conmigo y luego de varias charlas y su ejemplo de vida… Comencé a entrenar en las mañanas yoga, a cambiar mi alimentación. Ya no me veía tanto con los mismos amigos de fin de semana, cerré comunicación con los familiares que me agobiaban, y decidí estar sin pareja o siquiera intentar algo, con alguien, para mí todos eran iguales.  Solo puse foco en mí. Pero aun así, nada cambió. Fue entonces cuando decidí, ir a la India, a profundizar en mi práctica, estaba dispuesta a hacerlo todo, para encontrar mi felicidad. ¡Para resumir, tuve una larga travesía, viví en otros países, ciudades, donde también se me presentó mucho dolor, angustias, inseguridades, pero meditaba a diario una hora! ¿Al regresar a Colombia en pandemia, la enfermedad por el encierro, frustración, y con ella la última y gran lección de vida, y eso era preguntarme a profundidad…? ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy yo? ¿Por qué nací en esa familia, y crecí en esas condiciones? ¿Qué hay más allá de esta realidad? ¿Cuál es mi fe? ¿Si estoy alineada con mi creencia? ¡Recurrí, a terapias, psicólogos, talleres, retiros, hice todo! Y aquí sigo, y seguiré, cada vez más y más comprometida, con mi desarrollo personal, porque es infinito y nunca acaba. Pero ya me Llegó mi pareja ideal, he salido de la gran mayoría de los malos hábitos, tuve un acercamiento a mi familia sin rencores, superé esas heridas de infancia, y ahora solo puedo agradecer, mostrando a otros, que sí vale la pena atravesar ese camino por desierto, y que existe una fuente infinita de gozo, esperando por todas nosotras. 

Gracias por leer!